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Fantasmas y libertad

por Gustavo Gabriel Otero

Madrid, 23/12/22 - El Teatro Real de Madrid ofreció, en nueva producción escénica, una Sonnambula de primer nivel mundial con un elenco soñado, la concertación musical de Marurizio Benini en perfecto estilo y una puesta en escena modernizada pero inteligente y no ofensiva.

Ya desde su entrada Nadine Sierra, como Amina, deslumbra por sus condiciones vocales y su carisma. La emisión de la primera nota cantada es tan perfecta como la última que encara horas después. Es una soprano lírica de homogénea emisión, registro extenso, coloraturas perfectas, seguridad interpretativa, facilidad para la coloratura, agudos y sobreagudos impactantes, sin filados y pianísimos. Su ‘Ah non credea mirarti’ fue interpretado con tiempos lentos y un fiato abrumador que hizo que a más de un espectador se le cayeran las lágrimas de la emoción. Mientras que en el final en la rápida caballetta fue un festival de agudos y, sobreagudos y trinos.

El joven tenor vasco Xabier Anduaga fue una perfecta compañía canora con su Elvino. Sus condiciones vocales son excelentes, tiene grata estampa, un registro parejo, buenas coloraturas, agudo seguro y nítido y bello color vocal. Todo acompañado con una actuación convincente.

Un profesional a toda prueba como es el bajo Roberto Tagliavini no defraudó como el Conde Rodolfo, con bella línea de canto, emisión depurada y timbre redondo.

La Lisa de la joven soprano Rocío Pérez evidenció muy buena presencia escénica, timbre grato y agudos seguros y potentes.

Mónica Bacelli compuso una Teresa de buena factura, mientras que fue correcto sin brillar el Alessio de Isaac Galán. Gerardo López completó el elenco con eficacia en el brevísimo rol del Notario.

El Coro Titular del Teatro (Coro Intermezzo), que prepara Andrés Máspero, se mostró ajustado y homogéneo. Notable en la marcación escénica donde casi son espectadores de la acción con pocos movimientos y con gestos parcos y hostiles.

En la dirección escénica Bárbara Lluch evita la visión bucólica e idealizada del ambiente rural, mostrándonos una comunidad machista, cerrada, inculta y supersticiosa. No hay cambio de época sino unos pocos elementos que dan la pauta de una puesta en escena renovadora y renovada; los árboles talados del bosque de la aldea, los bailarines que rodean a Amina mostrando sus complejos que la llevan al sonambulismo, la marcación de Elvino como muy machista y casi violento, el intento de aprovechamiento sexual del Conde Rodolfo del sonambulismo de la protagonista, y el golpe de efecto final: la protagonista no baja de las alturas donde se la ubicó en su escena de sonambulismo sino que arroja el velo nupcial como demostración que no puede volver con un varón que receló de ella sin pruebas tangibles, volvió a su antigua novia pero también desconfió de ella y la abandonó para intentar reconciliarse nuevamente con Amina. ¿No es razonable no querer volver con ese varón?

La escenografía de Christof Hetzer conserva la ambientación rural del libreto con un elevado árbol presidiendo la escena primera del acto primero con dos muñecos que parecen evocar a los dos amantes a punto de esposarse y el resto son árboles talados. Luego sábanas tendidas hacen las veces de interior. Los árboles cortados, una máquina que suponemos los quema y troncos apilados dan un mensaje casi ecologista en el inicio del segundo; mientras que en la última escena se ve una casa-iglesia de ventanas tapiadas en cuya cornisa aparece Amina.

El vestuario diseñado por Clara Peluffo, es vagamente en época con ciertos detalles de fantasía. Muy buena la iluminación de Urs Schönebaum. Mientras que las coreografías de Iratxe Ansa e Igor Vacovich, se limitan a los movimientos de los nueve bailarines vestidos y tiznados de negro, que parecen evocar los demonios, fantasmas y malos presagios que padece la protagonista y que podemos entender desaparecen en el final cuando arroja su velo blanco.

Teatro Real. Vincenzo Bellini: La sonnambula. Ópera en dos actos, libreto de Felice Romani, basado en el ballet-pantomima de La sonnambule, ou L’arrivée d’un nouveau seigneur, de Eugène Scribe. Bárbara Lluch, dirección escénica. Christof Hetzer, escenografía. Clara Peluffo, vestuario. Iratxe Ansa e Igor Bacovich, coreografía. Urs Schönebaum, iIluminación. Nadine Sierra (Amina), Xabier Anduaga (Elvino), Roberto Tagliavini (Conde Rodolfo), Rocío Pérez (Lisa), Isaac Galán (Alessio), Monica Bacelli (Teresa), Gerardo López (Notario). Coro Intermezzo. Director del Coro: Andrés Máspero. Orquesta Sinfónica de Madrid. Dirección Musical: Maurizio Benini.


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