L’Ape musicale

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La virtù magica

 por Luis Gutierrez

Gran éxito de Don Pasquale en el Met con Eleonora Buratto, Ambrogio Maestri, Javier Camarena, Levente Molnár en la producción de Otto Schenk, aunque los tempi de Maurizio Benini sus tempi fueron muy extraños.

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NEW YORK, 15 marzo 2016 - Esta producción de Don Pasquale, estrenada hace diez años, fue la última que Otto Schenk hizo para para el MET.

El interior de la casa de Don Pasquale,una mansión en franca decadencia que refleja la decrepitud y tacañería de su dueño, ocupará el escenario durante el primer cuadro del primer acto, todo el segundo y la primera mitad del tercero. La escenografía del segundo cuadro del primer acto es muy parecida la azotea de la segunda historia de Ieri, oggi, domani en la que el pobre seminarista es seducido por los encantos de Sophia Loren. La escenografía del segundo cuadro del tercer acto es un jardín típico de una casa señorial típicamente mediterránea. Los diseñadores Rolf Langenfass y Duane Schuler formaron con Schenk un poderoso equipo de producción que trabajó junto durante mucho tiempo logrando grandes producciones, consideradas muy conservadoras por muchos, pero que en esta ocasión fue totalmente adecuada al carácter de la ópera, y un homenaje a la relación entre el MET y Schenk.

Esta puesta en escena tiene como eje principal el personaje de Norina. Eleonora Buratto lo hizo estupendamente con una voz que mantiene siempre entonada, con un muy buen volumen y haciendo gala de gran musicalidad. A lo largo “Quel guardo il cavaliere – So anch’io la virtù magica” y el dueto con Malatesta no pude evitar el pensar que Donizetti diseñó el papel de Norina para Giulia Grisi, quien había dado vida a Adalgisa en Norma. El pensar en oír a Ebe Stignani o Dolora Zajick como Norina me hizo cuestionar todo lo que se dice acerca de las tradiciones de la ópera.

Levente Molnár fue un excelente Malatesta, sin quedar a la zaga de nadie en el reparto en cuanto a expresión, coloratura y belleza de voz se refiere.

Ambrogio Maestri es un Don Pasquale enorme (pun intended), que se adueñó vocal y actoralmente del personaje. La diferencia en altura y volumen con Norina y Ernesto logró hacer una muy buena caricatura de las relaciones entre el viejo y los jóvenes.

La bofetada que Norina da a Don Pasquale es el momento de inflexión dramática de la ópera en el que sabemos que la comedia no es tan alegre como parece, en efecto resalta la crueldad de la burla de los jóvenes al anciano impotente pero aún confiado de sí mismo. Por desgracia, esta bofetada pasó desapercibida, lo que llegó a restar importancia a la modulación que Donizetti escribió en este momento, probablemente uno de los más bellos por su oscuridad que resalta con la claridad del resto.

Molnár y Maestri lograron un “Cheti cheti immatinente” rematado magistralmente por la stretta del dueto, misma que repitieron continuando la tradición que se remonta, dicen, a Lablache y Tamburini, los creadores de los personajes.

Dejo al final la actuación de Javier Camarena como Ernesto. Lo que logró hacer con su aria tripartita del segundo acto fue impresionante. De entrada le abrió paso el bellísimamente interpretado solo de la primera trompeta que nos hace pensar inevitablemente en Nino Rota, cioè Vito Corleone. A continuación su declamación de “Povero Ernesto” fue cautivador por su tristeza; le siguió el cantabile “Cercherò lontana terra” que en mi opinión fue el mejor momento musical de la función y terminó brillantemente la cabaletta “E se fia che ad altro oggetto”, coronada por un poderoso y largo Re bemol. Por segunda noche consecutiva y por segunda temporada consecutiva, el público del MET exigió el bis, mismo que Camarena ofreció al cantar la segunda parte de la cabaletta, esta vez, ornamentándola con mucho gusto y musicalidad. Me atrevo a decir que Camarena emuló no sólo lo que creemos hizo Mario, o pudo hacer Rubini. Estoy convencido que, en mi humilde opinión, en este momento Camarena es la fuerza dominante entre los tenores belcantistas.

Maurizio Benini hizo una excursión agógica durante la obertura durante lo cual sus tempi fueron muy extraños, alargando los movimientos lentos hasta hacerlos paquidérmicamente lentos y apresurando los rápidos hasta hacerlos ininteligibles. Por cierto los violonchelistas y cornos de la Orquesta del MET brillaron especialmente durante la obertura. El coro ejecutó excelentemente su número, mismo que en mi opinión puede obviarse por no tener aporte dramático a la ópera.

No puedo terminar este reporte sin mencionar lo que pienso de los bises. El bis más famoso de la historia de la ópera es el bis de Il matrimonio segreto de Domenico Cimarosa, me refiero al bis de toda la ópera el día del estreno, pues así plació al emperador Leopold II. En la mayor parte del mundo operístico los bises habían estado en desuso por mucho tiempo. Los bises que he atestiguado de Javier Camarena han sido respuesta a interpretaciones sensacionales que creo seguirán existiendo en el futuro. Hoy me hubiera emocionado más un bis del cantabile, pero a la mayoría del público le gusta más una nota aguda bien clavada que cualquier otro aspecto musical.

Espero que el bisar no interrumpa la interpretación de un drama musical, y espero aún con más ahínco que el público no piense en que los cantantes batan records, éstos, los records, no son elemento sustantivo de la ópera ni de la calidad de ningún cantante.


 

 

 
 
 

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