L’Ape musicale

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Estrellas, fuego, luna

por Gustavo Gabriel Otero

BUENOS AIRES 15/08/2023 - Il Trovatore llegó a la Buenos Aires el 4 de enero de 1855, a poco de su estreno mundial, en el actual Teatro Colón se ofreció en 24 Temporadas entre agosto 1908 y diciembre de 2000. Por tratarse de una ópera plenamente popular su vuelta a la escena es demasiado escasa en los últimos años, quizás por la dificultad ampliamente conocida de requerir cuatro grandes intérpretes para los roles principales. En este caso a la deslumbrante presencia de Anna Netrebko se le sumaron tres cantantes que estuvieron a la altura para ofrecer un espectáculo de primer nivel mundial y de altísima calidad musical.

A 23 años de su última vez en el Colón, ‘Il Trovatore’ volvió a producir la fascinación por las melodías y el placer del canto genuinamente italiano y verdiano.

Sin lugar a dudas la figura de la noche fue la Leonora de Anna Netrebko. Desde su entrada (con una antológica versión de ‘Tacea la notte placida’) queda claro su nivel superlativo, su calidad de intérprete y su consumada teatralidad presente hasta en una versión semi-montada. Un personaje que le permite a la soprano pasar de la ligereza belcantista del inicio a la dramaticidad y el lirismo del último acto (su ‘D'amor sull'ali rosee’ seguramente será recordador por el público por años) mostrando y demostrando su capacidad para los agudos, su fraseo inmaculado, si hermoso timbre perfectamente reconocible, y su musicalidad sin fisuras. Ha crecido en densidad en el registro grave, su centro continúa perfecto y sus agudos son soñados a lo que suma sutilezas y pianísimos por doquier.

Yusif Eyvasov abordó este Manrico con una entrega total, con un canto visceral y heroico, con perfecta intencionalidad, gran volumen y agudos de acero. Es un tenor seguro y confiable al que se le puede achacar, seguramente, un color poco atractivo pero a la vez tiene un timbre plenamente reconocible. Pero sin lugar a dudas cumple su cometido en forma profesional y no defrauda en ningún momento ya que es un artista consumado.

El argentino Fabián Veloz se destacó en su Conde de Luna, que encaró con adecuada presencia escénica, apreciable volumen, perfecto estilo, expresividad y compenetración. Su ‘il balen del suo sorriso’ permitió apreciar el terciopelo de su voz y su impecable línea de canto, y en todo momento que está a la altura de los grandes intérpretes con los que compartió el escenario.

Debutante en nuestro medio la mezzosoprano Olesya Petrova fue una Azucena de gran calidad y con pleno dramatismo. Tiene una voz de gran volumen, buen centro y oportunos y bien audibles graves y en agudo un poco metálico. Esto se notó más al principio de la representación y se fue corrigendo a medida que avanzó la noche. Resultó electrizante en los dúos con el tenor.

Fernando Radó como Ferrando aportó su gran presencia escénica y su alta calidad vocal, haciendo de su intervención en el primer acto un gran momento de la noche. María Belén Rivarola fue una Inés adecuada y solvente.

Correctos en sus intervenciones tanto Santiago Martínez (Ruiz) como Cristian Taleb (un mensajero). Mientras que Sergio Wamba no desentonó en la brevísima intervención de viejo gitano.

El Coro Estable del Teatro, que prepara Miguel Martínez, cumplió nuevamente una buena faena.

Giacomo Sagripanti aportó una versión respetuosa y puntillosa de la partitura. Es evidente el acabado conocimiento de la obra de director italiano que logró una versión con pleno estilo verdiano, vibrante pero a la vez sin caer en trazos gruesos o sonoridades desbordantes, con tiempos adecuados y cuidado balance entre el foso y la escena. La Orquesta Estable respondió de manera precisa y con gran prestación.

La versión fue presentada con ‘puesta en espacio’ o ‘semi-montada’ por el mismo equipo que ofreció Anna Bolena en junio pasado. Si en Bolena el concepto visual de Gabriel Caputo resultó simple pero adecuado en este Trovatore la visual fue de menor creatividad y calidad, mientras que la iluminación de Rubén Conde resultó correcta y funcional, sin grandes hallazgos.

Marina Mora ideó, nuevamente, efectivos movimientos actorales con evidentes indicaciones de movimiento y referencias generales, pero se percibían claros gestos que parecían proceder de la cantera de cada uno de los solistas.

 


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