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Jonas Kaufmann

Un abrazo al Colón

por Gustavo Gabriel Otero

Jonas Kaufmann ofrece una tarde artísticamente referencial, que perdurará en la memoria de los asistentes y que se inscribe entre lo mejor del largo y glorioso historial del Teatro Colón.

Buenos Aires, 14/08/2016 - Desde su inauguración en 1908 hasta aproximadamente 1973 el Teatro Colón de Buenos Aires fue referencia mundial en cuanto a repertorio e intérpretes. Casi ninguna estrella internacional dejó de pisar su escenario en estas pasadas épocas de esplendor. Pero desde hace más de cuarenta años los momentos de gloria son escasos y duran poco. La vuelta de la calidad y las grandes figuras son sólo interludios de períodos de sombras. Este mes de agosto de 2016 puede contarse, sin dudas, entre los períodos más deslumbrantes de la historia contemporánea del primer Coliseo de Buenos Aires. Acaban de actuar Daniel Barenboim, Martha Argerich y Lang Lang, en pocos días vuelve Zubin Mehta junto a la Orquesta Filarmónica de Israel, y se ofrecerán cuatro funciones de Tosca con Eva María Westbroek, Marcelo Álvarez, y Carlos Álvarez.

A todas estas luminarias hay que sumarle la presencia del tenor alemán Jonas Kaufmann que se presentó junto al pianista Helmut Deutsch con un programa de lieder encarado con plana honestidad artística e interpretativa y que deslumbró y fascinó al público del Colón.

La tarde comenzó con cuatro canciones seleccionadas de las innumerables escritas por Schubert (Der Musensohn; Die Forelle; Der Jüngling an der Quelle y Der Lindenbaum, lied número 5 de Die Winterreise’), para continuar con cinco de los números de la serie de doce canciones del opus 35 de Robert Schumann (Lust der Sturmnacht; Erstes Grün; Wanderung; Frage; y Stille Tränen). Tenor y pianista se amalgamaron en perfecta conjunción para dar el matiz justo a cada palabra, cada inflexión y cada detalle. Finalizó la primera parte con cuatro canciones de Henri Duparc (L'invitation au voyage; Le manoir de Rosemonde; Chanson triste y Phydilé), aquí la interpretación se plegó al estilo francés y la dicción de Kaufmann fue razonable. De esta primera parte quedó claro que ambos intérpretes buscaron, y lograron, diferenciar a los tres autores y dentro de cada ramillete de canciones cada una era acometida con una textura y un enfoque particular.

Luego de la pausa vinieron los momentos de mayor emoción ya que el repertorio permitió al tenor salir de la interpretación absolutamente camarística y comenzar a mostrar un poco de su voz plena. Así los Tres sonetos de Petrarca de Liszt fueron vertidos en forma exquisita por la voz de Kaufnann con pianísimos, filados y medias voces difíciles de igualar. El programa terminó con seis canciones de Richard Strauss (Heimliche Aufforderung, Wozu noch, Mädchen, Breit über mein Haupt, Ich liebe dich, Freundliche Vision y Cäcilie). Aquí lució su brillo, su extensión y su volumen.

Ante el júbilo del público ofreció siete bises o propinas que cautivaron el operístico público del Colón.

Comenzó con una modélica ‘Aria de la flor’ de Carmen, para seguir con una vibrante ‘Celeste Aida’ - agudo final en pianísimo incluido - para luego interpretar con profundo sentimiento ‘L’anima ho estanca’ de Adriana Lecouvreur de Cilea.

El delirio no cesaba y entonces cantó la exquisita canción ‘Ombra di nube’ de Licinio Refice con texto de Emidio Mucci, para seguir con ‘Nessun dorma’ de Turandot de Puccini, Core’ngrato de Salvatore Cardillo.Para dar fin el último encore fue ‘Dein ist mein herz ganzes (Tuyo es mi corazón)’ de la opereta El país de las sonrisas de Lehar.

Jonas Kaufmann, muy emocionado por la extraordinaria demostración de afecto y agradecimiento del público de Buenos Aires, terminó con una rodilla en tierra en el escenario y sus brazos abiertos como en un gran abrazo. Un gesto inolvidable para cerrar una tarde artísticamente referencial, que perdurará en la memoria de los asistentes y que se inscribe entre lo mejor del largo y glorioso historial del Teatro Colón.

foto Arnaldo Colombaroli, cortesia Teatro Colon

foto Fabian Persic


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