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A una Estrella

por Gustavo Gabriel Otero

Buenos Aires, 5 de octubre de 2023. Finalmente se produjo el esperado debut de la soprano búlgara Sonya Yoncheva en Buenos Aires. Nacida en Plovdiv, Bulgaria, en 1981 su carrera internacional la ha llevado por los más importantes escenarios del mundo y su amplísimo repertorio de más de 60 roles abarca desde los inicios de la ópera (Incoronazzione di Poppea) al verismo pasando por el barroco, Händel, Mozart, el belcanto, Verdi, la ópera francesa, Puccini y Chaikovsky, entre otros autores. Con la característica de alternar esos roles y no la clásica forma de cambiar de roles y discontinuar los anteriores.

Yoncheva llegó a Buenos Aires desde Japón -donde se presentó en la gira del Teatro de la Ópera de Roma con la tradicional puesta de Tosca entre el 17 y el 26 de septiembre y en un recital solista el 30 de septiembre- y a pesar del casi evidente jetlag, su recital solista que ella misma denomina ‘Ad una Stella’ y que ya ofreció en el Metropolitan Opera de Nueva York, Salzburgo, Berlin, Paris, Munich, Madrid, Peralada, Bucarest, MonteCarlo, Toulouse y Valencia; mostró todas sus potencialidades, la riqueza de su timbre y su calidad como artista.

El recital comenzó con cuatro canciones de Giacomo Puccini: ‘Sole e amore’ Catálogo Dieter Schickling (SC) 63 de 1888; ‘Terra e mare’ (SC 73) de 1902, ‘Mentia l’avviso’ (SC 54) de 1883 y ‘Canto d’anime’ (SC 75) de 1904. Quizás con la voz un poco ´fría’, la soprano prefirió encarar estas cuatro exquisitas composiciones con más dramatismo que lirismo y con algún agudo que no salió como se esperaba en ‘Mentia l’avviso’. Con todo, dejó en claro sus poderosos medios vocales, su correcto fraseo, y su buena línea de canto.

Ya habiendo tomado contacto con la sala y más segura, acometió ‘Al folto bosco, placida ombria’ (Op. 68 Nº 6) Giuseppe Martucci con gran calidad expresiva y con su registro parejo en toda la extensión. Ya desde ese momento el cariz del recital cambió y se notó a Yoncheva mucho más plena.

Con la belleza de su voz y con su gran dominio técnico, pasaron ‘L’ultimo bacio’ e ‘Ideale’ de Francesco Paolo Tosti donde se destacó el extraordinario pianissimo final en ‘Ideale’.

Si las canciones de Puccini sirvieron de aperitivo tanto por el lugar en el orden del programa como por la posibilidad de encontrar auto-préstamos que el compositor de Lucca usó de esas composiciones para sus primeras óperas, el fin de esta primera parte con tres canciones de Giuseppe Verdi demostró la empatía de Yoncheva con el repertorio más operístico, en especial con la fuerza expresiva de ‘In solitaria stanza’, y sus poderosos y bien timbrados graves así como en la luminosidad de ‘Ad una stella’, y el melancólico cierre de este tramo con ´L´Esula’.

En los casi treinta y cinco minutos de duración de la primera parte, fue sincero y muy buen acompañante al piano Malcolm Martineau, que en la segunda parte brindó un exquisita versión del ‘Tango en Re’ de Isaac Albéniz, y hasta jugó escena con la soprano.

En la segunda parte, con arias de Puccini, la cantante se movió en lo que claramente es su terreno, que es el operístico. Mostrando y demostrando los motivos que la convierten en una de las figuras más descollantes de la lírica internacional actual.

Exquisita su versión de ‘Se come voi piccina’ de Le Villi, el primer título operístico del compositor luqués (SC 60), donde se dio el lujo de actuar alrededor del piano y hasta sentarse junto al maestro Martineau.

De expresividad sin mácula el ‘Vissi d’arte’ de Tosca donde, además, exhibió su amplia gama de recursos vocales, tocante el melancólico adiós de Mimí con ‘Donde lieta usci’ de La Bohème, en el cual lució su fraseo; para finalizar y haciendo gala del control de su instrumento para pasar del forte al piano sin mella en la emisión ni en el color vocal su ‘Un bel di vedremo’ de Madama Butterfly.

Si en tiempo veinticinco minutos de actuación en esta segunda parte parecen escasos, la entrega de Yoncheva y la calidad de su canto unidos a la excelencia del pianista acompañante Malcolm Martineau, resultaron de plenitud artística y vocal.

Las ovaciones del público determinaros tres fragmentos fuera de programa: ‘O mio babbino caro’ de Gianni Schicchi de gran delicadeza, la ‘Habanera’ de Carmen de Bizet en la que la soprano sumó a su performance escénica a Matías Fernández, encargado de pasar las partituras al pianista, con una versión vocal que envidiaría más de una mezzosoprano. Y previo saludo al público, en español, agradeciendo la muy buena acogida, la espectacularidad de la sala y manifestando su deseo de retornar, se despidió con cierta melancolía, perfecta intencionalidad y precisa dicción francesa con ‘Adieu notre petite table’ de la Manon de Massenet.


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